Martín Malharro representó el gran cambio de rumbo del arte argentino a principios de siglo XX. La historia lo presenta como el modelo del artista moderno, de fuertes convicciones que dio a conocer a través de sus artículos de crítica de arte. Su producción pictórica se vio influida por el impresionismo y luego por el simbolismo. Si bien en la Argentina el primero de esos estilos asumió una forma ecléctica -en la que la luz y la representación de la naturaleza se mezclaron con resabios de la pintura académica-, constituyó el primer paso hacia el arte moderno.
Instalado desde muy joven en Buenos Aires, fue alumno de Francisco Romero y Ángel Della Valle en la Asociación Estímulo de Bellas Artes (1885/1887) y luego de Reinaldo Giudici y del grabador Antonio Bosco. Dedicado a la pintura y el dibujo, su obra también derivó hacia la ilustración, el cartel y la caricatura. Participó del segundo Salón del Ateneo en 1894 con dos obras, un paisaje a la acuarela y la marina de tema histórico El corsario La Argentina, que recibió una segunda mención honorífica del jurado integrado por Eduardo Sívori y Eduardo Schiaffino. Sin haber logrado conseguir una beca del gobierno, en 1895 viajó a Paris y su mujer y sus hijos lo siguieron un tiempo después. Poco se sabe de los seis años que vivió en Europa, salvo que vivió en Montmartre y trabajó como dibujante, grabador e ilustrador de libros. Allí frecuentó a Carlos de Soussens, poeta y corresponsal del diario La Nación y conoció al escultor Rogelio Yrurtia. En una carta dirigida a Schiaffino en 1895 confirmaba su admiración por los paisajistas franceses, pero aclara que no coincide con la visión de Puvis de Chavannes o de Manet, de gran éxito en esos años. Se sintió, en cambio, fuertemente atraído por la obra de Pissarro y Monet. Realizó apuntes de Montmartre y pinturas de paisajes de los alrededores de la capital francesa: en 1901 pintó en Auvers-sur-Oise En plena naturaleza y El arado, que afirman su proximidad al impresionismo. Cercano también al modernismo literario, usó el color para expresar una dimensión espiritual, lo que lo diferenció del positivismo y el naturalismo de los artistas locales de la generación anterior. A su regreso a Buenos Aires en 1902 expuso un conjunto de óleos y acuarelas en la galería Witcomb, entre los que destacaban los trabajos firmados en Francia. Su obra fundaba una nueva etapa para el arte argentino, un desafío para el gusto establecido. El éxito de la exposición llevó a las autoridades del Museo Nacional de Bellas Artes y del Ministerio de Instrucción Pública a adquirir obras para sus colecciones. Malharro no permaneció alejado de los circuitos oficiales y sus pinturas integraron el primer envío argentino a una exposición internacional, la de St Louis en 1904. En 1908, su segunda exposición en el salón Witcomb de acuarelas y pasteles no logró el éxito de la anterior. Malharro murió en 1911 cuando preparaba la tercera, que se realizó póstuma en el mismo salón en octubre de ese mismo año. El artista había intensificado su actividad artística desde 1909 y esta exposición confirmaba su compromiso con un lenguaje plástico moderno e independiente.
Su tarea educadora comenzó en 1903 cuando fue designado Profesor de Dibujo del Colegio Nacional Central. Su vocación lo llevó a publicar sus ideas renovadoras en su libro El dibujo en la escuela primaria (1911) y a ocupar cargos relacionados con la actividad docente, entre otros, fue Inspector Técnico de Dibujo en la Provincia de Buenos Aires, Director de Cursos Temporarios en el Ministerio de Instrucción Pública y profesor en la Universidad Nacional de La Plata. También colaboró con sus escritos e ilustraciones en El Diario, Ideas y Figuras (dirigida por Manuel Gálvez), Athinae, La Nación y La Baskonia, entre otras.
En 1910, publicaba en Athinae "Conceptos de Arte" y reivindicaba la autonomía del artista: "El día que el arte fuera encerrado en una fórmula concreta y absoluta, tendría una finalidad y en consecuencia desaparecería. Pero mientras la humanidad se agite, piense y sienta, los dolores y las alegrías se sucedan, existiendo amores y odios, entusiasmos y decepciones, el arte vivirá sujeto a la variedad constante en sus exponentes positivos, como resumen de aspiraciones colectivas hacia lo infinito en la vida planetaria”. También agregaba “un siglo que aporta al arte nuevos medios de expresión y completa el impresionismo y el plain air, formulando el divisionismo, no es una época que perdió su tiempo en contemplaciones híbridas. La marcha de la humanidad es lenta y la evolución del arte responde a la misma ley" . Malharro entendió el arte como un medio transformador de la realidad y orientó su vocación docente en la defensa de la libertad y el conocimiento, pilares fundamentales de su poderosa fuerza social.
El Nocturno del Museo Castagnino ha sido fechado por su autor en 1909. La tela corresponde a una etapa de renovada intensidad en su producción, que se había iniciado con su alejamiento del cargo de Inspector General de Dibujo y culminó con su muerte en 1911. Debió haber sido destinada por Malharro para ser exhibida en la exposición programada en Witcomb para septiembre y que se realizó póstuma en octubre. No es posible identificarla en el catálogo, pero varios de los títulos de las obras corresponden a temas semejantes: Crepúsculo, Silencio nocturno, Melancolia (crepúsculo) , hecho que confirma la afinidad del artista con asuntos de raíz simbolista, habituales entre los escritores, poetas, músicos y pintores modernistas de tendencia decadentista. En Nocturno la melancolización del paisaje se agudiza con la paleta de azules, color característico del modernismo que remite a la idea de silencio, ensueño y profundidad. Malharro logra una escena de gran poder expresivo utilizando contrastes de luces frías y sombras de color que aplica con pinceladas vibrantes, utilizando una técnica de superposición de la que resulta una superficie gruesa, cargada de materia. Los estudios realizados durante su restauración en TAREA revelaron además la presencia de una obra subyacente, otro paisaje de composición vertical del cual el pintor aprovechó sus colores como base de las capas de pintura superiores. A través de su visión la naturaleza palpita, se vitaliza, y expresa su búsqueda personal sobre el significado del paisaje mas relacionada a los ideales del simbolismo que a la celebración positivista del impresionismo. Malharro se había iniciado en este tema con el Nocturno que hoy pertenece a la colección del MNBA, fechado en 1901.
La pintura fue donada por Rosa Tiscornia de Castagnino en octubre de 1925, tres meses después de la muerte de su hijo Juan Bautista. Coleccionista dedicado a los old masters desde 1907, dio gran apoyo a los artistas locales y atesoró un conjunto de pintura argentina que incluía, además del Malharro que nos ocupa, las firmas de Fernando Fader, Italo Botti y Alfredo Guido entre otros. Castagnino adquirió el Nocturno de Malharro en el IV Salón de Otoño de 1920 organizado por la Comisión Municipal de Bellas Artes, del que era su tesorero. En la crítica del salón que realizó Emilio Ortiz Grognet para la revista El Circulo de agosto de 1920 y para La Nación (segunda sección, 18 de julio de 1920) destacaba “como joyas en este certamen el Nocturno y las tres acuarelas del maestro Malharro” . En la colección de Castagnino, el Nocturno integraba un conjunto de obras dedicadas a estudios de cielos, entre los que también destacaban los Estudios de Cielo de Italo Botti y Alfredo Guido, hoy también en la colección del Museo Castagnino+Macro.
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María de la Paz López Carvajal
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