Colección Castagnino+macro

Es un retrato realizado en sepia, en el que la fisonomía de la mujer -¿ella  misma?- ha sido lograda con un lenguaje  espontáneo y directo, especialmente en el entramado de líneas que definen su cabellera y el fondo, que contrastan con la sutileza de los  trazos  del rostro.  La  obra  ha sido fechada  en junio de 1923, un mes después de su participación en el VI Salón de Otoño en el que Bertolé exhibió tres obras de su autoría y el Dr. Amuchástegui había  actuado  como  jurado  titular. La artista, que se había convertido en una retratista solicitada por la alta burguesía porteña y en una poetisa reconocida que se  afianzaba  en  los  círculos intelectuales  del momento, le  dedicó este  dibujo como recuerdo  cordialísmo a quien  fuera miembro fundador de la Comisión Municipal de Bellas Artes de Rosario. La relación entre ambos databa de 1919, año en que  la madre  de Amuchástegui muere mientras Emilia  Bertolé  realizaba  su retrato. En una carta que le dirige Amuchástegui y que se conserva en su archivo personal, se lee “(...) no solamente hay en su obra el absoluto parecido físico; hay  algo  más,  que vale más y que significa  el  logro de un gran esfuerzo: hay  el  parecido  psicológico,  la  identidad  de expresión la reproducción fidelísma  de  lo  que  vulgarmente  llamamos  el “aire  de  las  personas; hay en suma, la concretación de un abstracto espiritual[...]”.



María de la Paz López Carvajal




Bertolé, Emilia

El Trébol, provincia de Santa Fe, 1896
El Trébol, provincia de Santa Fe, 1949

Al inicio de su carrera, fue becada por el diario Patria degli Italiani en la ciudad de Rosario para estudiar dibujo y pintura en la Academia Doménico Morelli, de Mateo Casella.

En 1912 realizó un envío al Petit Salón organizado en Rosario, en la Casa Blanca de Casildo De Souza, junto con artistas como César Caggiano y Alfredo Guido. En 1915 mandó su obra al V Salón Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y obtuvo el Premio Estímulo por el pastel Ensueño. Desde entonces participó activamente en dicho salón y en el de Otoño de Rosario.

Durante a década del 20 se radicó en Buenos Aires.

Inicialmente, su pintura se caracterizó por cierta filiación con el simbolismo, en especial con el estilo de Eugene Carriere. Esa concepción simbolista del arte constituyó una derivación del Romanticismo, la cual se advierte en una actitud contemplativa y melancólica por parte de los artistas. En esos años, Bertolé creó atmósferas densas, sobre todo en los pasteles, donde fundió los contornos de las figuras de fondos muchas veces decorados con motivos modernistas.

Caracterizado por una composición tradicional y potenciada por una iluminación más sugestiva que descriptiva, El libro de versos corresponde a ese período de producción. La figura desplazada hacia la izquierda, que parece emerger de las profundidades del cuadro, logra crear una atmósfera que recuerda el modernismo francés de fines de siglo XIX, siendo la profundidad de la mirada y la expresividad de las manos detalles que identificaron toda la obra de Bertolé.

Luego empleó una técnica de toques de pincel que le permitió crear efectos más decorativos que lumínicos.
Se dedicó primordialmente a la pintura de retratos, los que le fueron encargados en abundancia mientras residía en Buenos Aires. Entre ellos, se destacan los pedidos por el presidente Hipólito Irigoyen en 1923, uno de los cuales integra hoy la colección del Museo Histórico Nacional.

A la par de su trabajo como pintora desarrolló su vocación por la escritura, publicando en 1927 su primer libro de poesías titulado Espejo en sombras. Integró tanto la élite literaria que se reunía en el Café Tortoni de Buenos Aires como el grupo Anaconda, presidido por Horacio Quiroga.

Con la Revolución del 30, su carrera se vio afectada ya que los encargos mermaron. Por ello, debió realizar otro tipo de actividades. Colaboró con ilustraciones para el diario La Capital y la revista El Hogar. Además, realizó los dibujos de una serie de cuadernos titulados Mujeres de América. En 1937 retomó su participación en el Salón de Rosario, exhibiendo Desnudo y Autorretrato.

Entre otras actividades realizadas, en 1925 intervino como jurado en el Salón de Otoño junto con Alfredo Guido y Emilio Ortíz Grognet, integrante de la CMBA.

Obtuvo reconocimientos como: Medalla de Oro, Academia Mateo Casella 1904, y Segundo Premio Municipalidad de Buenos Aires 1921.

En 1944 regresó a su ciudad natal para atender a su madre hasta 1949, año de su muerte. Emilia Bertolé murió dos meses después.

Su único biógrafo fue Héctor Sebastianelli, quien incluyó el artículo Inolvidable Emilia, en la publicación Hombres de Santa Fe. Su hermano mayor, Miguel Ángel, fue su promotor y realizó un importante archivo de cartas, fotos y apuntes. El museo de El Trébol cuenta con importante documentación donada por su familia.




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