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Entre diciembre de 1982 y abril de 1983 Federico Manuel Peralta Ramos redactó una columna semanal en la revista La Semana donde, entre otros temas, integraba sus experiencias personales, las del contexto social que lo rodeaba, reflexiones artísticas y de la vida. Algunos de estos artículos son Reclamo de supervivencia (Merengue), de 1982; Polleras (Foxtrot); y La fuerza de estas tierras (Chacareras) —ambos de 1983—, materiales documentales que hoy integran la colección del Museo de arte contemporáneo de Rosario.
La revista, de circulación masiva, fue creada en 1975 por Jorge Fonteveccia —periodista y actual cofundador de la Editorial Perfil—. Allí se publicaban reportajes a personalidades de la cultura y el deporte local, fotografías de actividades sociales de la semana, editoriales de opinión e investigaciones periodísticas sobre temas de actualidad política y social. En este sentido, el periódico se presenta como una herramienta documental para la reflexión de las ideas, hechos y testimonios que circulaban en una época.
Durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983) la revista fue prohibida en varias oportunidades, y en 1982 clausurada y reabierta por orden de la Corte Suprema de Justicia meses después.
Peralta Ramos, Federico Manuel
Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, 1939
Buenos Aires, 30 de agosto de 1992
Federico Manuel Peralta Ramos fue artista plástico, cantor, filósofo, poeta, actor y show-man, entre otras actividades desarrolladas que lo llevaron a convertirse en un conocido personaje porteño.
Luego de culminar los estudios secundarios en su ciudad natal —Mar del Plata, fundada por su tatarabuelo— continuó con la tradición familiar y cursó Arquitectura en la Universidad Nacional de Buenos Aires, carrera que abandonó a fin de dedicarse al arte de modo autodidacta.
En 1960 Peralta Ramos concretó exitosamente su primera muestra individual en la Galería Rubbers después de realizar varios viajes por el país y por Latinoamérica. Allí presentó un conjunto de pinturas próximas a la abstracción lírica, donde las manchas de color intervenidas de modo arbitrario remiten a formas del mundo vegetal. No obstante, desde entonces sus obras abandonaron el carácter barroco, tornándose en ascéticos trabajos monocromáticos en los que el artista incorporó tridimensionalidad a través de la aplicación de material pictórico sobre la superficie, recurso estético que se torna protagonista en sus creaciones.
Sin embargo, la muestra realizada en la galería Witcomb en 1964 representa un punto de inflexión en la obra. Debido a las colosales dimensiones, sus pinturas fueron serruchadas y, por lo tanto, apoyadas contra las paredes. Situación que llevó al deslizamiento de las inmensas masas de pintura hacia el piso, formando nuevas composiciones. En este hecho se hacen presentes ciertas estrategias y elementos que caracterizan su posterior producción, tales como: el azar, la desacralización de la obra de arte y el humor.
En 1965, ya con un lugar ganado en la plástica local, fue invitado para participar en el Premio Nacional Instituto Di Tella, donde llevó a cabo una de sus obras más conocidas y comentadas: Nosotros afuera. Por entonces integraron esta propuesta una pintura que cubría toda la pared, un obelisco, y un huevo de 260 x 450 cm construido en el lugar con material desplegado y yeso, el cual se resquebrajaba y descascaraba a medida que los días transcurrían frente a un público estupefacto que se preguntó sobre la existencia del enigmático oviforme que, finalmente, fue destruido por su autor para poder ser retirado del establecimiento.
Avalado por el arquitecto Clorindo Testa, Peralta Ramos obtuvo, en 1968, la Beca Guggenheim en la Sección Pintura. Consecuentemente, con el primer envío de dinero el artista organizó una cena para sus allegados más íntimos en el lujoso Hotel Alvear. Dos cartas dirigidas a Mr. James Mathias de la John Simon Guggenheim Foundation son las que el artista escribió para dar cuenta de este hecho y de otros posteriores. Estas acciones de Peralta Ramos encuentran su justificación en su fuerte convicción acerca del fin de la contemplación estética, y de la desintegración del arte en la vida cotidiana. Asimismo, el hecho marca la culminación de su período pictórico para dar paso a una nueva etapa de producción, donde las estrategias conceptuales son las utilizadas para intervenir en el campo artístico.
También hacia fines de la década del 60 creó una religión: la gánica. Ser gánico apela a hacer siempre lo que uno tiene ganas de hacer. Así lo demuestran los 23 mandamientos publicados por el artista y repartido entre sus amistades.
Entrando en los años 70, el artista privilegió la idea por sobre la concreción de la obra, y sustituyó el objeto estético por el discurso en reiteradas ocasiones. Ejemplos respectivos de ello son un libro no publicado de secciones inverosímiles; y Cuidado con la pintura, exhibición de 1971 que se convierte en el puntapié de una serie de obras donde Peralta Ramos privilegia el uso de la escritura. Todavía insisto (oración-bandea) queda inscripta en este contexto, en el que sobre tela o papel, el artista plasma una propia y clara visión sobre la realidad social y el arte. No obstante su gesto más audaz se manifestó en la muestra El objeto es el sujeto, llevada a cabo en el CAYC por invitación de Jorge Glusberg. Allí expuso la obra rechazada ese año en el Salón Nacional: él mismo se presentó como obra de arte acompañado por la leyenda Voy a venir de visita pintada en un papel de 10 metros. Desde entonces Peralta Ramos se dedicó a vivir en arte, donde el artista se transforma en el mismo objeto artístico.
Todos estos gestos, acciones y actitudes signan la producción del artista a lo largo de esos años. Sin embargo, en la década del 80 atrás han quedado ya las épocas de denuncia y rebelión pero no por ello Peralta Ramos dejó de ser un hábil lector de su contemporaneidad. Por el contrario, con el nuevo decenio ha llegado el momento de continuar sin repetirse. Exhibió una serie de dibujos mínimos en 1981, en la Galería Arte Múltiple; idea la primera muestra El arte en la gastronomía; y un año más tarde presentó La salita del Gordo en el Centro Cultural Recoleta, donde el artista se sentó a dialogar con quien pasó a visitarlo. La última muestra individual es llevada a cabo en la Galería Altos de Sarmiento, en 1989, donde se expuso a sí mismo durante quince días en un salón vacío pintado de blanco.
Paralelamente a su producción plástica y de un modo indisoluble, Peralta Ramos se desarrolló en otras disciplinas artísticas: cantó y realizó pequeñas acciones en locales nocturnos donde era habitué; y trabajó en el Programa televisivo Tato siempre en domingo, conducido por el humorista Tato Bores, a quien conoció a través de su amigo Ernesto Deira Allí recitó poemas y cantó sus canciones no figurativas, de extrañísimos nombres. Con éstas últimas participó en unas sesiones realizadas en el Teatro Payró, organizadas por el DJ Edgardo Suárez, grabando su primer y único disco con dos temas de su autoría.
En los 80, además de continuar junto con Tato Bores en televisión, realizó shows propios, exhibiendo su carisma y dotes de monologuista; y participó en los films del cineasta argentino Alejandro Agresti: El hombre que ganó la razón; y El amor es una mujer gorda, en 1984 y 1988, respectivamente.
Asimismo, escribió artículos para la revista La Semana de Buenos Aires. Reclamo de supervivencia (merengue) de 1982; Polleras (foxtrot); y La fuerza de estas tierras (chacareras) —ambos de 1983— son algunos de ellos. Allí, Federico Manuel Peralta Ramos plasmó con humor, lucidez y creatividad tantas vivencias y anécdotas personales como su idea y visión acerca de diversos temas tales como las mujeres, la creación del universo y el arte.
Falleció el 30 de agosto de 1992, a los 53 años de edad.
Agosto, 2023