Descalzo, Carlos
Buenos Aires, 1813
Buenos Aires, 1879
Pintor criollo activo en Buenos Aires a mediados del siglo XIX, fue contemporáneo de Carlos Morel. Dedicó su obra a los retratos y a los temas históricos. Luego de 1850 se dedicó a la daguerrotipia en su tienda de la calle Merced 35. Alrededor de 1860 se asoció con Paulino Benza para realizar retratos al óleo y fotografías sobre papel, cobre y vidrio, trasladando su taller a la calle del Buen Orden 74. En la década de 1870, mudó su estudio a la calle Artes 110 con el nombre de "Descalzo e Hijos". También ejerció la docencia y entre sus alumnos más destacados se encuentra Cándido López. Es autor del óleo La batalla del Arroyo Grande, que se conserva en el Museo Histórico Nacional y de Retrato de Ignacio Descalzo (y sus nietos) del Museo Nacional de Bellas Artes.
Si bien la producción artística de la primera mitad de siglo XIX en el Río de la Plata ha sido considerada de limitada importancia, el retrato adquirió luego de la Revolución de Mayo y con el correr de las primeras décadas un desarrollo repentino por la cantidad de encargos provenientes de las familias de mayores recursos de Buenos Aires, que abiertas ahora a las costumbres y modas europeas comisionaban sus figuras para “perdurar y ser recordados con posteridad”[1]. La novedosa aparición del género renovó las imágenes de tema religioso abundantes durante el período colonial e inició una ocupación rentable para la vocación artística, que condicionó la llegada de pintores extranjeros a la ciudad. La enseñanza del dibujo se había institucionalizado oficialmente desde principios del siglo con el aliento de Manuel Belgrano y el fraile recoleto Francisco de Paula Castañeda, quienes insistieron en la creación de una escuela para su enseñanza elemental[2]. En 1815 inició sus actividades la Escuela de Dibujo del Consulado a cargo de José Guth y en 1822, una vez abierta la Universidad de Buenos Aires se creó una cátedra de Dibujo que se incorporó al departamento de Ciencias Exactas y que funcionó a la par de academias privadas dirigidas en su mayoría por artistas europeos. La línea de trabajo de José Guth insistía en la perfección de la técnica lograda con el “minucioso sombreado a lápiz tomando los grabados como modelo”[3] y más tarde, la escuela bajo la dirección de Pablo Caccianiga “respondía a la preceptiva académica tradicional, por lo que consideraba fundamental lo relativo a la figura”[4]. El dibujo “considerado básico en la enseñanza artística tradicional, como expresión autónoma fue practicado con extraordinario éxito entre otros, por Adolfo D´Hastrel, Mauro Rugendas, Leon Palliere y Carlos Pellegrini”[5]. Este último había llegado al país como ingeniero durante la presidencia de Bernardino Rivadavia y se convirtió en uno de los retratistas más solicitados e influyentes de la década del 30, con una prolífica producción al lápiz, tinta china, acuarela y temple sobre papel.
[1] MUNILLA LACASA, 1999, p.111.
[2] Cfr. RIBERA, p. 121.
[3] MUNILLA LACASA, 1999, p.117
[4]Ibidem, p.117.
[5] RIBERA, p.113