Segantini, Giovanni
Arco, Trento, Italia, 1858
Schafberg sul Maloja, Italia, 1899
Giovanni Segantini comenzó su formación académica hacia 1874 en la Academia de Brera, en Milán. En 1879, durante la Exposición Nacional de Brera conoció a Vittore Grubicy, que se convirtió en su mecenas. Con su ayuda se instaló en Brianza y en 1886 en los alpes suizos, primero en Savognin y luego en Maloja y Soglio. En 1883 recibió la medalla de oro en Ámsterdam por su obra Ave Maria a trasbordo yentre 1886 y 1888 su fama se había consolidado gracias a la actividad promocional de su mecenas que lo presentó en la Italian Exhibition de Londres en 1888. Un año más tarde, le fue otorgada la medalla de oro en la Exposición Universal de Paris. Murió a los 41 años, mientras trabajaba en Naturaleza, uno de los paneles del Tríptico de la naturaleza que pensaba exhibir en el Pabellón de la Exposición Universal de París de 1900, referido al ciclo de la vida y a la existencia en armonía con la naturaleza.
Su obra, resultado de la asociación de una meticulosa observación de su entorno con una perspectiva estética de inclinación simbolista, lo llevó a destacarse como uno de los pintores más representativos de fin de siglo. Si bien en su primer período es evidente la influencia del verismo que predominaba en los ambientes académicos lombardos, mas tarde, en Brianza, intentó superar la pintura tradicional. La vida en la montaña intensificó su fascinación por los temas inspirados en los trabajadores de la montaña y los paisajes alpinos pintados al aire libre. Animado por Grubicy experimentó con la técnica neoimpresionista, utilizando el puntillismo no sólo con el objetivo de reproducir la vibración de la luz sino para sugerir cierto estado de contemplación e intensificar la respuesta emocional del observador realzando la luminosidad de la escena. La atmósfera que crea en sus cuadros está en sintonía con las interpretaciones místicas del pintor sobre la vida en comunión con la naturaleza. Instalado en Maloja desde 1894 y posiblemente inspirado en recursos literarios, derivó a una visión personal de espíritu simbolista que reveló en alegorías. Admirado por la generación siguiente de artistas modernos, Kandinsky lo consideró uno de los pioneros del arte espiritual.