La tela Sinfonía de verano (San Marcos Sierra), fue adquirida en el XIV Salón de Otoño realizado en 1935. Las crónicas del Diario La Capital refieren que en él “el impresionismo está flojamente representado. Con la muerte del maestro Fader termina en la Argentina la edad de oro de esta escuela”.
La coyuntura política y económica de la década había impedido la realización del Salón entre 1932 y 1934, pero su retorno en 1935 fue con cambios en el reglamento y en la política de adquisiciones. Todo lo recibido fue expuesto y se destacó la presencia de los modernismos vernáculos en las obras de Forner, Spilimbergo, Basaldúa, Butler, Badi y de los integrantes de la Mutualidad de Artistas Plásticos Rosarinos liderados por Antonio Berni. Ese año también se adquirieron obras de los rosarinos Minturn Zerva, Berni y Gambartes.
La obra continúa los planteos paisajistas iniciados por Antoniadis en la década del 20, en la que, siguiendo los principios de la pintura nacionalista fundamentada por Fernando Fader y Ricardo Rojas, entre otros, los paisajes cordobeses eran considerados fundantes de la argentinidad. Firmada y fechada en San Marcos Sierra, Córdoba, en 1935 la pintura traduce los efectos de la luz en el paisaje a través de una paleta de verdes y azules, con una pincelada heredada de las corrientes luminaristas en boga en las primeras décadas del siglo XX.
María de la Paz López Carvajal
Antoniadis, Demetrio
Esmirna, Grecia, 1899
Rosario, provincia de Santa Fe, 1965
Inició su participación en el Salón Nacional en 1921 y en el Salón de Otoño de Rosario en 1923. Obtuvo importantes premios, entre ellos el Premio Estímulo en el Salón de Artistas Rosarinos Nexus en 1926 y el Premio Adquisición Municipalidad de Rosario en el Salón Anual de Artistas Rosarinos en 1945.
Ejerció la docencia en escuelas de Rosario y en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad del Litoral.
El Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de La Boca y el Museo Castagnino+macro, entre otras instituciones, poseen obra suya.
Paisajista, su obra se caracteriza por una visión tradicional de la pintura con influencias de las corrientes luminaristas.
Antoniadis eligió frecuentemente como tema los paisajes serranos, que realizó durante sus continuos viajes a Córdoba durante la segunda mitad de la década del 20 y la del 30. Incluso residió allí por largas temporadas, hecho que le permitió profundizar su técnica pictórica en la resolución de la atmósfera a través de la vibración del color, que se transformó en el asunto esencial de su pintura.