Castagnino
Del 13.03.24 al 04.08.24

El lado oscuro. Obra gráfica de Francisco de Goya

Caprichos, Desastres, Tauromaquia y Disparates

de Goya y Lucientes, Francisco

La sátira, la ironía y lo grotesco como recurso para expresar ideas y señalar la realidad.

Francisco de Goya y Lucientes, Y esto también
Francisco de Goya y Lucientes, Disparate volante

Francisco de Goya grabó los cobres de los Caprichos, los Desastres, la Tauromaquia y los Disparates en un período de veintidós años, en la madurez de su trayectoria artística. Inició la primera serie durante el reinado de Carlos IV y continuó las siguientes en época de la ocupación francesa y de la restauración de la monarquía absolutista de Fernando VII. Empleado en la corte como pintor de cámara de cuatro reyes fue testigo de los profundos vaivenes históricos, políticos e ideológicos que transformaron la España decimonónica hasta que el asedio del despotismo lo llevó a su exilio en Burdeos, Francia.

En este contexto de cambios y crisis Goya fue desplazándose con audacia hacia una concepción moderna del arte, dominada por la subjetividad y la libertad creativa. En el caso de las series de grabados, la originalidad y la experimentación en el uso de las técnicas gráficas acompañan esta nueva sensibilidad.

Las láminas registran la irracionalidad, la violencia y la crueldad con agudeza y despliegan un catálogo de debilidades y vicios, de conflictos y desdichas. La oscuridad y complejidad de su significado han derivado en una revisión constante de su interpretación. Por un lado se ha observado su filiación con las ideas de la Ilustración y se ha entendido la sátira y la ironía como recursos de fines moralizantes para iluminar el camino hacia la razón, la libertad, la tolerancia, la igualdad, la justicia; por otro, se ha advertido una perspectiva pesimista sobre la condición humana: Goya denuncia a través del grotesco el sistema de valores decadente y analiza las sombras del comportamiento sin insinuar alguna posibilidad de redención.

Lo cierto es que Goya encontró en el capricho, la invención y el sueño fórmulas para expresar sus ideas y en cada cobre un espacio para cuestionar la naturaleza humana, ejercicio que los compromisos y encargos oficiales no habilitaban. Despojó a las escenas de lo contingente y redujo los asuntos a categorías universales, hasta hoy vigentes y oportunas.

 

Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, España, 1746 – Burdeos, Francia, 1828)

Goya fue discípulo de José Luzán en Zaragoza, pero su casamiento con Josefa Bayeu lo instaló definitivamente en Madrid luego de un viaje de estudios por Italia. En 1774 su cuñado Francisco y Anton Raphael Mengs -ambos pintores de cámara del rey- recomendaron su ingreso a la Real Manufactura de Tapices de Santa Bárbara, para la que realizó los cartones de temas populares que actualmente conserva el Museo del Prado. El inicio de su carrera en la corte coincidió con la circulación de las ideas de la Ilustración y las beneficiosas reformas sociales y políticas llevadas adelante por Carlos III. Goya frecuentó a la nobleza, a los círculos ilustrados y a la burguesía y su fama de retratista multiplicó los encargos, que lo convirtieron en un cronista de la sociedad dieciochesca madrileña.

En 1788 fue coronado Carlos IV, que destacó a Goya como pintor de cámara. Desde los inicios de 1790 y en medio de una creciente crisis política recibió importantes encargos, fue nombrado Director de Pintura de la Real Academia y frecuentó a la Duquesa de Alba y a Ceán Bermúdez, amigo incondicional. En esta época fecunda -en la que también contrajo la enfermedad que lo dejaría sordo, probablemente saturnismo- pintó, entre otras obras, la Maja vestida y la Maja desnuda encargadas por el valido del rey Manuel Godoy, los frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida y los retratos del rey y su mujer, María Luisa de Parma. En 1799 publicó los Caprichos y en 1801 finalizó La familia de Carlos IV.

Goya fue testigo de los conflictos que se iniciaron con la ocupación francesa y que derivaron en la Guerra de la Independencia (1808 -1814). Hacia 1810 comenzó a grabar los Desastres de la Guerra. Una condecoración recibida de José Bonaparte lo puso en la mira de Fernando VII a su regreso en 1814, pero el artista respondió con pinturas que honraban el levantamiento de los madrileños frente a los franceses: los hechos del 2 y el 3 de mayo de 1808, la lucha contra los mamelucos y los fusilamientos en Principe Pío. La tiranía absolutista del rey incluyó la restauración de la Inquisición, que a pesar del histórico vínculo del pintor con la corte le inició un proceso alegando la obscenidad de las majas pintadas veinte años atrás. En 1816 publicó con poco éxito la Tauromaquia y en 1919 se recluyó en la Quinta del Sordo donde realizó los Disparates y las pinturas negras que suscitaron complejas interpretaciones, llamadas así por la oscuridad de las escenas y lo sombrío de sus temas. Su enfermedad, la tensión política y las persecuciones a los liberales lo llevaron a emigrar a Burdeos, Francia, donde murió en 1828.

 

Acompaña esta exposición el Consulado General de España en Rosario.


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