Castagnino
Del 23.08.24 al 10.11.24

Norberto Puzzolo: volver a los 17 y otras obras

Collage, instalación, trabajos digitales, junto a obras audiovisuales y material documental perteneciente a su archivo personal, configuran el recorrido por las salas de esta exposición.

Norberto Puzzolo, Fondo basura (detalle)

La propuesta del Museo Castagnino+macro para su componente histórico, el Castagnino, al artista Norberto Puzzolo, nace de un lugar doble que habilita la opción de una exposición suya en este museo: Puzzolo pertenece a la historia del arte siendo un artista contemporáneo (en cualquier sentido del término, no solo porque –como dice él– está vivo) que produce desde un saber y un sentir su contemporaneidad –lo que acontece aquí y ahora, si bien “aquí y ahora” es muchos lugares y muchos tiempos diversos– aunque pertenece ya a la historia del arte argentino.
La propuesta del artista juega con algunas contradicciones o, mejor, con algunas paradojas de la producción artística que no aceptan una respuesta sino diferida, derivas permanentes que renuevan (se renuevan) la pregunta por el arte mismo.
Cuando Norberto duda por pudor sobre qué mostrar, me recuerda a Bertolt Brecht:
¡Qué tiempos son estos, en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque implica silenciar tanta injusticia!
¿Se puede (se debe) hacer convivir el gesto político que él (y yo mismo) considera fundamental en la producción artística con un rigor supuestamente “formalista” de cierta producción devenida de los ejercicios que proponía quien fuera su “maestro” (referente de toda su generación de artistas rosarinos) y que parecen abstraerse de la realidad presente para sumirse en una resolución formal ajena a la “realidad”?
(
Esta pregunta podría ser objetada desde una concepción como la del “formalismo” ruso que suponía en ese mismo trabajo con (de) las formas un compromiso social fundante.
Por supuesto.
Ese pensamiento no puede ser deslindado del contexto de su emergencia y las opositividades que planteaba. No sería lo mismo hoy (incluso por las consecuencias de su propia irrupción).
)
Sin embargo.
Transformar esos ejercicios que apuntan al rigor formal de cierto modo “moderno” de pensar la obra de arte puede quizás exponer su modo “desubicado” de colocarse en el presente. Puede (no lo sé) transformar ese mismo rigor estético de la forma en “utopía” o en la cruda mostración de su opuesto, de eso que haría inaceptable la exhibición de la belleza –que resultaría, entonces, exhibicionismo.
Por otro lado.
Transformar esos ejercicios no es un mero juego formal, sino cambiar las relaciones conceptuales de la práctica del arte misma: resituar el lugar de la “obra” de arte en su vínculo con la circunstancia que habita y en la que se nutre (sobre todo en el caso de Puzzolo, quien tiene una atención constante y aguda a lo que “acontece”).
Lo que acontece.
Es también el arte que (nos) acontece.
Entonces.
La responsabilidad de producir arte se constituye como núcleo (casi obsesión) del pensamiento de nuestro autor a la hora de producir. Llegando –incluso (él lo sabe)– al borde mismo de la obviedad: Norberto cree siempre que no es lo suficientemente explícito en la relación arte-política (o, si se quiere, en el nudo que constituye a la actividad artística como práctica social responsabilizante). En ese momento aparece una herramienta que en su caso está muy lejos de ser solo herramienta: el diálogo.
Recurso que lejos de ser una técnica artística sitúa un modo de hacer (un modo de vida, por supuesto), que ha atravesado su dilatada trayectoria artística. Ese diálogo en su momento más intenso y rupturista fue propuesta de acción artística colectiva durante los años de práctica vanguardista con el grupo de Rosario que culminó con un hito artístico a nivel internacional: Tucumán arde.
Hoy.
Lejos de aquella forma de producción que suponía (paradójicamente, desde la misma producción artística) el fin o, en todo caso, la asunción de un límite infranqueable si se permanecía en el propio campo del arte, Norberto sigue produciendo en la interacción con interlocutores a quienes escucha y en quienes confía (entre los que tengo el placer
y el honor de contarme).
Por supuesto.
Desde la firmeza que su convicción le demanda: no deshacer el nudo que une la producción artística con el gesto político-social al que está –para el artista– indisolublemente ligada.
Creo que ese nudo es el que sostiene toda la producción de Norberto desde el momento en que aprehendió ese vínculo.
En ese momento (desde lugares de afirmación tanto como de conflicto) está –también– quien considera su “maestro”: Juan Grela.

Roberto Echen
Director Artístico Castagnino+macro

 

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