Castagnino
Del 23.08.24 al 30.03.25

Fernando Fader, el idólatra de la luz

Fader, Fernando

Fernando Fader, Sendero florido

La colección de veinte pinturas de Fernando Fader que integra el acervo del Museo Castagnino se exhibe hoy a casi 90 años de la presentación de la Sala Fader en el antiguo Museo Municipal de Bellas Artes, exposición que ya anunciaba y celebraba la reunión del conjunto más relevante de obras del pintor en las colecciones públicas del país.

Esta colección dentro de la colección es testigo de una perseverante relación artista/museo: el hallazgo de cartas, catálogos, actas y otros documentos en el archivo institucional ofrece un nuevo encuadre para su lectura, que permite explorar el vínculo del pintor con la Comisión Municipal de Bellas Artes y considerar el valor de su figura en el contexto de la institucionalización del arte local. Entre 1917 y 1939, a la hora de procurar la colección fundacional y enfocar su futuro, la pintura de Fader cautivó el interés de quienes tenían a cargo gestionar las incorporaciones al acervo.

La colección pública conserva la serie La vida de un día desde hace 106 años, cuando Fernando Fader era considerado el ideal del artista argentino y todavía no existía un museo local para exhibirla. Fue invitado a participar como jurado del Salón de Otoño y a exhibir sus pinturas fuera de concurso en 1918 y 1919. Más tarde, en sus momentos más penosos y conflictivos, Rosario acogió sus envíos de obras en los salones de 1925, 1928 y 1931 

La exposición transita los cuatro momentos de ingreso de obras de Fernando Fader a la colección y la visionaria elección que intuyó un conjunto de carácter antológico: en 1918, la adquisición de  la serie La vida de un día; en 1925, la donación de Rosa Tiscornia de las telas que habían pertenecido a la colección de arte argentino de su hijo Juan B. Castagnino; en 1935, la compra de cinco pinturas en la exposición póstuma organizada por su galerista Federico Müller y en 1939, la adquisición de dos obras durante la dirección del arquitecto Hilarión Hernández Larguía.

El conjunto completo evoca a un artista de personalidad compleja y de vocación crítica, reflexiva, contemplativa y poética. Al volver al país luego de su formación europea Fader creó un discurso teórico que le permitió fundar su producción artística. Sus escritos también cuestionaron el rol del arte, el del artista, el de la crítica, el de los galeristas. En el debate sobre el carácter identitario del arte y en el escenario de irrupción de una línea de pensamiento de tono nacionalista liderada por Ricardo Rojas, Fernando Fader fue considerado uno de los artistas más representativos de la argentinidad.

Por otro lado, su retiro y su aislamiento en medio de la sierra cordobesa lo llevaron a ahondar su relación con la  naturaleza de manera intensa, panteísta: el arte se transformó para él en un fenómeno evocador de sentimientos. Solitario, estableció una relación vital con el paisaje hasta que su enfermedad le condicionó las campañas de pintura airelibrista por las sierras. En sus palabras, Fader pintó su emoción frente al paisaje, traducida en un lenguaje de tonos, de color y luz.

Curaduría: María de la Paz López Carvajal y Romina Garrido
Archivo histórico: Eleonora Arfeli 

 

Fernando Fader nació el 11 de abril de 1882 en la ciudad de Burdeos, Francia, donde residían sus abuelos maternos. Luego de una breve estadía en Albersweiler ciudad alemana de origen de la familia paterna- la vizcondesa Celia Bonneval (1846-1919) y el ingeniero naval Carlos Cristian Fader (1844-1905) se instalaron en Mendoza con sus seis hijos. Al poco tiempo Fernando volvió al viejo continente donde cursó sus estudios primarios y secundarios. En 1888 regresó a Mendoza y debatiéndose entre su vocación artística y la ingeniería volvió a Europa, recorrió museos y tras un intento fallido ingresó a la escuela de pintura de la Academia de Bellas Artes de Munich como discípulo de Heinrich Von Zügel. Junto a su maestro  compartió varios veranos de retiro pictórico en un pequeño poblado a orillas del río Rhin practicando la pintura al aire libre. En Munich obtuvo una medalla de plata por La comida de los cerdos, hoy colección del Museo Nacional de Bellas Artes.

En 1904 regresó a la Argentina y realizó su primera muestra individual en la ciudad de Mendoza, donde también abrió la primera academia de pintura. Aunque el fallecimiento de su padre lo puso al frente de la empresa familiar -la construcción de una usina hidroeléctrica en Cacheuta- Fader no dejó de pintar y exhibió sus obras en 1905 y 1906 en el Salón Costa de Buenos Aires con gran éxito de público.  El año 1907 fue clave para consolidar su posición dentro del campo del arte, abonando a la noción de un arte nacional con la conferencia Posibilidades de un arte argentino y sus probables caracteres, dictada en el marco de la primera exposición del Grupo Nexus, del que participó hasta 1908.

En 1909, tras la inauguración de la usina hidroeléctrica, su intensa actividad como empresario lo alejó de la pintura. Un aluvión destruyó Cacheuta en 1913 y su empresa se declaró en quiebra en 1914. Tras la pérdida de todos sus bienes, volvió a instalarse en Buenos Aires y retomó la actividad artística. Participó del IV Salón Nacional y con Los mantones de Manila obtuvo el premio adquisición compartido con Ernesto de la Cárcova, pero lo rechazó porque la recompensa económica representaba sólo la mitad del valor fijado por el artista. Obtuvo la cátedra de paisaje en la Academia Nacional de Bellas Artes y en 1915 hizo su último envío al Salón Nacional. Ese mismo año obtuvo una medalla de oro en la Exposición Internacional de San Francisco, California. y el galerista alemán Federico Müller se convirtió en representante y gestor de su obra en Buenos Aires. Allí expuso desde 1916 casi sin interrupciones hasta su muerte. 

Por cuestiones de salud y aconsejado por los médicos se mudó a Córdoba junto con su familia y se instaló en Ojo de Agua de San Clemente en 1917. Al año siguiente la Sociedad Científica Alemana publicó Reflexiones de un pintor argentino e instalado definitivamente en Loza Corral compró su Ford, con el que inició sus campañas de pintura al aire libre por distintos sitios del norte de la provincia de Córdoba. En 1924, gracias a la invitación de su ex alumno Enrique Prins que se desempeñaba como vicepresidente de la Asociación Amigos del Arte, realizó su primera exposición retrospectiva en las salas de calle Florida de dicha entidad.

En 1931 emprendió su última campaña y para conmemorar sus 50 años, al año siguiente Müller organizó una muestra retrospectiva en las salas de la Comisión Nacional de Bellas Artes. La misma exposición se repitió en Rosario, gracias a la gestión de la Comisión Municipal.

El 28 de febrero de 1935 Fernando Fader murió en Loza Corral.


Agradecimientos
Casa Museo Fernando Fader, Loza Corral, perteneciente a la Agencia Córdoba Cultura por las fotografías reproducidas en sala. Crédito fotográfico: Alberto Silva.

Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú Casa de Fader. Luján de Cuyo, Provincia de Mendoza por las fotografías reproducidas en gabinete de sala.

Biblioteca Asociación de Mujeres de Rosario y Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez por notas periodísticas del Diario La Capital y Revista Caras y Caretas.

 

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