Castagnino
Del 12.12.25 al 05.04.26
Exposición emocional. Silvia Lenardón
Curaduría: Cecilia Lenardón
Estamos parados frente a algo que nos supera, una dimensión que no manejamos demasiado. Se trata de un pergamino desmesurado, escalado a la altura de lo que impacta un sentimiento.
Aunque no lo parezca, un sentimiento puede hacer variar el tamaño de las cosas. La euforia puede causar sentimientos de expansión ilimitados mientras que la humillación nos hace sentir pequeños, arrinconados. Lo sentimental resulta tan fuerte, tan inmanejable, que logra desdibujar la ingenua ilusión de tener un adentro y un afuera. Cuando implosiona, estalla adentro y sus esquirlas pueden dejar secuelas visibles en la superficie, y cuando explota, cuando irrumpe con fuerza hacia el exterior, lo hace en una clara variedad de manifestaciones. Una carcajada. Un llanto repentino. Un temblor. Un vómito. Todas visibles y directas. Pero hay otras manifestaciones que necesitan de un intermediario, de algo que haga de soporte y canal, por donde eso se filtre y se expanda. Un lápiz. Un pincel.
Silvia Lenardón necesitó 60 metros de largo y 3 metros de alto. Su manifestación nos introduce, nos lleva para adentro en un recorrido sinuoso donde no sólo exorciza lo íntimo, sino que saca al descubierto una porción de la existencia humana que suele reservarse a la mirada de los otros.
El pergamino, como sistema que se enrolla y oculta, fue un hábil modo de traficar contenido erótico en oriente hace siglos. Los shunga emaki eran rollos de hasta 12 metros de largo, que circulaban entre los samuráis, los sacerdotes y la aristocracia japonesa del período Edo (1603-1867). Sus escenas, entre didácticas y oníricas, eran de una imaginación tan desbordante que incluían como amantes inclusive hasta seres fantásticos.
Influenciada por la música y la visualidad lisérgica de los ‘60/‘70, Silvia pinta embebida por los sonidos que impulsaron una época marcada por una generación que se debatía entre el amor y la guerra. Entre algo tan vital como el exterminio o la supervivencia. Las innumerables protestas pacifistas contra la guerra de Vietnam avivaron una contracorriente ultrapoderosa: la revolución sexual.
Los jóvenes entendían con el cuerpo que la humanidad corría peligro. Y respondieron desde el cuerpo. ¿Puede haber algo más revolucionario que la sangre acelerándose en las venas, irrigándolo todo? ¿Acaso no estamos todavía en este mundo gracias a la unión de dos órganos esencialmente rebeldes?
Tómalo,
deséalo,
sostenlo,
necesítalo
mientras puedas
Aúlla Janis Joplin con su voz desesperada
En Argentina, los efectos de la psicodelia y el Verano del amor*, contagiaron su apertura a una expresividad ilimitada casualmente en el momento previo a una de las épocas más represoras, sangrientas y terroríficas de la historia reciente.
Cuando la existencia tambalea hay que bucear hasta lo más primario para recobrar el sentido.
En momentos históricos cruciales como éste, donde la amenaza de destrucción vuelve a acercarse demasiado, se activa un impulso atontado -que quizás estaba demasiado cómodo- para recordarnos el punto de partida de la existencia.
Tomemos el recorrido de esta obra como una especie de manifiesto sobre el origen, un pergamino descomunal donde el tamaño de las cosas sintoniza con su importancia. Y un obsequio al futuro, para que un día lo abra un gigante y se entere del gran secreto, ése que desde hace siglos mueve el interior de los humanos.
Cecilia Lenardón
*El Sumner of Love (San Francisco, 1967) fue un multitudinario festival hippie que celebraba el nacimiento de una nueva contracultura.